GAMBITO DE PEON

6/03/10

Diciembre 2005

Flores para Ernestina
Nunca se supo si fue venganza o Ernestina tomó esa decisión. Se le oía decir con frecuencia que buscaba una vida mejor que la de los seres humanos. Su alimentación era frugal: desayunaba margaritas; almorzaba magnolias o azucenas y hacía una cena mínima con una rosa o un clavel. No se debe omitir que estaba comprobado que amaba los jardines y que las flores la consideraban una gran amiga. Cuando se esfumó, porque no se puede dar otro calificativo a su súbita desaparición, hubo variedad de opiniones. El tiempo marchitó recuerdos y voces. Algunos de los muchos que acostumbraban pasear por los jardines dijeron haber escuchado alguna vez una voz muy fresca parecida a la de Ernestina. Añadieron que era como un sonido musical que brotara de alguna flor.

Carlos Meneses (Perú)
gambito Viernes, 30 Diciembre 2005 17:40

EL DINOSAURIO
Había galopado sobre sus huesos anchos y quejumbrosos apenas unos segundos. A él le pesaron demasiado las dos semanas sin verla, y luego de un gemido tosco de moribundo, cerró los ojos para tentar el sueño. Ella prefirió permanecer desnuda, y aprovechó para reconocer los adornos desperdigados por la habitación: la mosca tallada en madera y el mono de felpa con el sexo al descubierto, la disuadieron de seguir husmeando. Tito, le dijo en algún momento, ¿cómo va tu novela?, y él giró sobre su obesidad, con la única intención de no responder. Estando fuera del alcance de su mirada, ella le echó un ojo a la torre de papeles que tambaleaba sobre el escritorio. Sólo la primera hoja tenía dos palabras anotadas (con pésima caligrafía para su gusto): Cuando despertó. Ni siquiera una frase, se dijo, hastiada de tanta holgazanería. Tito, volvió al ataque ella, ¿te gustan los dinosaurios?

Augusto Effio (Perú)
gambito Martes, 27 Diciembre 2005 19:44

ANTES DE LA MOVIDA (Sobre el microrrelato) III
Cuando uno escribe un microrrelato, siempre tiene la tentación de darle un final sorpresivo. Es lo que está más a la mano. Sin embargo, creo yo, hay que evitar caer en este recurso o tener bien en claro para qué lo usamos. Es común hallar cuentos en los que su desenlace, con un supuesto quiebre genial, se resuelve con un personaje que ha venido soñando todo lo anterior y su madre lo despierta para que vaya a la escuela o al trabajo, o que la gran batalla resultó ser la final de un campeonato local de fútbol, o que el ajusticiamiento o decapitación en realidad se trataba de una cebolla rebanada. Esto demuestra, obviamente, poco oficio o menos ingenio o simple pereza en su autor. El final sorpresivo no debe verse como el recurso decisivo para el buen funcionamiento del cuento, y en especial del breve; pues su lectura se reduciría terriblemente a un banal efectismo. Este final debe ser un elemento más en el texto. Su efecto debe residir en ser un falso final; que el lector crea, por un momento, que todo se decide en sus últimas palabras. Pero no es así. El lector más avisado sospechará que hay algo más tras ese desenlace. Quizás no sepa finalmente de qué se trata, pero esa ignorancia será placentera.

Ricardo Sumalavia.
gambito Domingo, 25 Diciembre 2005 19:09

Libre elección
Recién entonces comprendió que la realidad es como el interior de unhuevo: Rota la cáscara de los prejuicios, los lugares comunes y lasverdades hechas, se puede servir frito, revuelto o pasado por agua.

Peter Staiger (Chile)
gambito Domingo, 25 Diciembre 2005 10:25

Plácido placer aeroplánico
Quiero escribir el cuento de un vuelo, un vuelo en aeroplano, looping the loop plácidamente en el cielo azul. Pero hay una nube maligna. (Nota: el piloto es novato y no sabe de nubes malignas.) El aparato pasa debajo de la nube que lo succiona como a un mosquito. Dentro está borrascoso y hay una corriente de aire vertical. El aeroplano sube vertiginosamente mientras el fuselaje retiembla y se arruga. El piloto se muere de frío y de miedo, cristales de hielo le lastiman la piel y se ahoga, no sabe si por la altura o por el pánico. Se aferra a la esperanza de que la corriente sea circular, que se invierta y que, de un momento a otro, lo lleve hacia abajo y lo escupa de nuevo al cielo luminoso. En efecto, desciende tan vertiginosamente como había subido, el fuselaje retiembla (más) y se arruga (más). Está al borde del desmayo. Cuando la nube lo libera, el aeroplano es un bollo de metales retorcidos. Casi sin conciencia, el piloto toca un botón y, por milagro, es despedido. También milagrosamente el paracaídas se abre, está hecho de gajos de todos colores y el cuerpo exánime se balancea con suavidad en el aire quieto. Vistos desde abajo, contra el algodón estático de la nube, el hombre y su paracaídas se ven muy hermosos y transmiten una inefable sensación de placidez.

Raúl Brasca (Argentina)
gambito Sábado, 24 Diciembre 2005 10:42

Pulseada
Todos los días durante veinte años, la mujer espió desde su ventana al hombre que pasaba largas horas inmóvil frente al mar mirando fijo hacia el sudeste. Hasta que un día, a las diez de la mañana, lo vio demudarse y abandonar su puesto de observación. Sin saber por qué, se puso a llorar. Del otro lado del mar, a la misma hora, una mujer que acababa de abandonar su ventana después de veinte años, había corrido por la playa hasta el hombre que pasaba largas horas mirando fijo el mar hacia el noroeste y lo estaba besando. Cuando sus labios se separaron, este segundo hombre volvió a tender la mirada sobre las olas: la del otro ya no la interceptaba. Entonces tomó a la mujer por el hombro y se fueron juntos. El primer hombre y la primera mujer aceptaron la derrota. Ella cerró su ventana para siempre y él se recluyó en soledad durante el resto de su vida.

Raúl Brasca (Argentina)
gambito Sábado, 24 Diciembre 2005 10:41


Poesía y verdad
La tarde en que ella se paró delante de ti como hombre y te trató como mujer, te dijiste que escribir no servía para nada, y escribir poesía menos que eso. De regreso a casa, todavía sentías el acelerador del carro en los oídos, corroyendo implacablemente esa música de fondo a caballo entre "Angie" y "La Bohemé". Esos versos no podían fallar, mascullabas; pero fallaron, así como tu malditismo y tu rebeldía surrealista, justo en el momento en el que el más burgués de los burgueses, la bestia ágrafa, tomaba de la mano a tu novia, le abría la puerta del convertible y se cagaba, meaba y de paso escupía en el centro de tu reconciliación, de tus pretensiones, de tus sentimientos, de tu poema, de ti. Ese auto merecía una bolsa de caca subversiva, pero tú, en cambio, lo envidiaste en la misma proporción en la que crecía tu vergüenza por notar que su camisa valía mucho más que tu reloj y tu celular juntos.La poesía no servía para nada: las chicas no se pueden subir encima de ella y pasear orondas su cabellera con olor a champú frutado. Con la poesía no se puede meter mano. Pensabas. Pensabas y pensabas. El camino se duplicó y, al cabo de unas cuadras, se elevó al cuadrado. Sentías las suelas pegajosas, que escurrían versos o sus abortos, el rostro de Katerina, su boca que con dos letras acababa con todo tu léxico aprendido a trompicones. Confirmado, para nada, para nada, pero ahí estaba, acompañándote de regreso, quizá ella fue la que te hizo doblar en esa esquina de turras hepáticas y mustias voluntades. Hola, Julián, cómo te fue con... ya veo, nada compadre, para nada, casi como un reflejo, una perra, qué va, a chupar por eso, por las putas y por las santas. De cualquier forma, ya te había cagado. Chupaste. Chupaste como glorioso, total, la plata era para sacarla al cine y ella debe estar con el patita en un hotel, sí o no, Julián, y entonces la poesía realmente ya no servía para nada, porque por ahí solo se oía de fútbol y buenos culos y de la caja que te tocaba pagar, Julián, ya te toca pagar. Así hasta que la poesía básicamente fue imposible: básicamente porque ya no podías hablar.De bruces, arrodillado sabe dios frente a qué o quién, con toda la noche encima, nuevamente pensaste que la poesía no servía para nada, que tenías que escribir sobre eso, que saldría un poema enorme, y que, si podías, ibas a leérselo a Katerina.

Marco tulio Capica (Perú)
gambito Lunes, 19 Diciembre 2005 10:10


ANTES DE LA MOVIDA (Sobre el microrrelato) II
La actitud del lector, decía hace poco, es sumamente importante y decisiva para su relación con el cuento. De acuerdo a esto, él estará dispuesto a aceptar tanto las reglas de juego que le propongan, como sus excepciones. Esta disposición, como es sabido, no es exclusividad de la literatura, sino de todas las expresiones artísticas. Imagínense a un sujeto que asiste a una sala de cine y pide a gritos que no le apeguen las luces. O que luego, como no le hicieron caso, considere a todos los demás unos idiotas por no darse cuenta de que quien está en la pantalla no es Hannibal Lecter sino un hombre llamado Anthony Hopkins. Claro que también se puede ir al otro extremo: que ya no se esté dispuesto al retorno de la ficción. Habrá alguno que viendo al actor inglés caminando por unas calles de Florencia, corra a refugiarse por el temor de que le arranquen la nariz de un mordisco.En el caso del microrrelato, es uno de los géneros que se permite quebrar sus reglas con mayor asiduidad, lo mismo que la novela. Pues debe conseguir que en unas pocas palabras se condensen, se alberguen, se potencien, el resto de elementos que suele aparecer en el cuento convencional (digamos, arbitrariamente, el de más de dos carillas). Es lógico, entonces, que el lector deba exigerse todavía más y aceptar el nuevo juego del texto.Si ya en el cuento convencional se asume que la magia está entrelíneas, en el espacio en blanco que aloja a las palabras; en el microrrelato la dependencia de este espacio, de este vacío, es mayor. Y claro, debe ser sospechoso, y hasta absurdo, para el lector común tener que sostenerse del vacío. Pero vale la pena el intento.

Ricardo Sumalavia
gambito Sábado, 17 Diciembre 2005 12:35


Tres cuentos
Secreto
Esa tarde mis papás nos dejaron en mi habitación, como tantas otras veces, para encerrarse ellos en la suya. Nos pusimos a jugar con mis muñecas y con los juguetes que él había traído, pero luego de un rato nos aburrimos. Entonces él me dijo: “¿quieres conocer mi secreto?”. Le contesté que sí, y enseguida cerró la ventana, corrió las cortinas y sacó de su mochila un frasco de vidrio con dos bellas mariposas muy pegadas una a la otra. Estuvimos observándolas en silencio un buen tiempo, hasta que él abrió el frasco y las mariposas empezaron a revolotear por toda la habitación. Después me miró a los ojos y me dijo: “¿y tú tienes algún secreto?”. No le contesté, solo aseguré la puerta con llave y lo llevé hasta los pies de mi cama para que conozca mi secreto.

Naturaleza animal
Desde que me casé, solo fui verdaderamente feliz cuando, a ojos de mi familia, sentía cambiar mi naturaleza humana por la de un animal: desde aquellas veces que mi pequeña hija me pedía que le hiciera “caballito”, hasta cuando jugaba con mi mujer en la intimidad, simulando ser un animal distinto cada noche. Pero con los años aquellas ocasiones fueron reduciéndose hasta extinguirse: mi hija creció y se marchó a estudiar al extranjero; y mi mujer fue llegando cada vez más cansada del trabajo, apenas para acostarse en la cama, darse la vuelta y apagar su lamparita de noche. Entonces comencé a sentir que nuestro matrimonio agonizaba. Y antes de que se convirtiera en un fantasma insoportable, lo único que quedaba por hacer era torcer el rumbo común de nuestras vidas. Y fue precisamente eso lo que hice con el delicado cuello de mi mujer, mientras ella dormía, con lo poco de bestia que me quedaba.

Gorila
No pude soportar por mucho tiempo mi primera visita al zoológico. Hubiese preferido ir al cine pero Daniel detesta las películas románticas. El guía nos llevó primero a la jaula del gorila. Mientras Daniel y otras personas le hacían muecas o intentaban lanzarle frutas, yo lo observaba en silencio a un lado de la jaula. Reparaba en cada una de sus extremidades, en la postura de su cuerpo, comprobando con indignación y repugnancia lo parecido que era al ser humano. En cierto momento, el gorila volteó y nos miramos directamente a los ojos. Entonces intenté sonreírle. Pero el gorila permanecía siempre con el ceño fruncido, sin intentar ocultar la expresión de su rostro. Le dije a Daniel que nos marcháramos inmediatamente. Esa noche no pude dormir, menos todavía hacerle el amor.

Niki Tito Ramos (Perú)
gambito Sábado, 17 Diciembre 2005 11:40


ANTES DE LA MOVIDA (Sobre el microrrelato)
A propósito de los cuentos El invertido y el reciente incluido A.B.C. & Borges, quisiera llamar la atención sobre un aspecto de estos aceptado entre quienes practican la microficción, pero no así por todos los lectores. Me refiero al carácter narrativo de estos. Es obvio que nadie discutirá, más allá de los gustos, que El invertido es un cuento, porque presenta al menos un personaje, desarrolla una trama, tiene unidad de acción, etc. ¿Pero el segundo? Más de uno cuestionará su condición de cuento. Pues lo es. O mejor dicho, por ahora lo es, ya que los textos son movibles y en determinado contexto pueden ser leídos como cuentos, poemas, sentencias, aforismos o, si viene en gana, textos sagrados. Es cuestión de actitud. La lectura la damos nosotros y el goce es compartido.

Ricardo Sumalavia
gambito Viernes, 16 Diciembre 2005 11:21



A.B.C. & Borges
De no haber habido Borges, muy probablemente habría habido Bioy. Bioy habría sido Borges.

Mónica Belevan (Perú)
gambito Viernes, 16 Diciembre 2005 10:23


El invertido
O el hombre al revés... Tuvo la curiosidad de ver como era por dentro. Y mirándose en un espejo abrió la boca lo más que pudo. Metió primero un brazo y luego el otro. Después, con esfuerzo, la cabeza. Ya se sabe que si pasa la cabeza pasa todo el cuerpo.La cavidad bucal le pareció un anfiteatro con un semi círculo de dientes blancos alrededor de su lengua sonrosada. El lugar era resbaladizo por la abundante saliva y pudo tocar la campanilla que está antes de la garganta y que regula el paso de los alimentos. Eso le provocó arcadas. Cuando la sensación de náusea pasó se sintió como aquellos exploradores de cuevas que no se dan reposo hasta no alcanzar su hondura. Más allá de las amígdalas estaba muy oscuro. Y en esos momentos no portaba ni siquiera una linterna o una soga para emprender la expedición. Pero, curioso explorador al fin, avanzó sin embargo con tal descuido que patinó lengua abajo para precipitarse todo él por el esófago de tal forma que cuando quiso reaccionar terminó al revés de sí mismo. Ahora, cuando va por la calle, se le ve el cerebro, el corazón, el estómago, los riñones, los intestinos y hasta los huesos se le insinúan entre los músculos. Estremece verle las venas y las arterias a flor de piel. Y la verdad que da un poco de asco cuando le saludas y te estrecha su mano viscosa.

Pablo Lores Kanto (Perú)
gambito Viernes, 16 Diciembre 2005 00:03

0 Comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]



<< Página Principal